jueves, 3 de marzo de 2011

CHORDÁ, Frederic. De lo visible a lo virtual. Una metodología del análisis artístico.

La lectura nos ofrece un recorrido a través de los tiempos, y nos muestra como la realidad virtual siempre ha estado presente en la vida humana, si bien no entendida como hoy día, en que la asociamos con los multimedia, sí en el sentido de obtención de una mímesis de las imágenes mentales a las reales, así como de la percepción de su propia realidad.
En la edad de las cavernas, los hombres utilizaron sus pinturas (imágenes) a manera de rito mágico para favorecer la obtención de sus alimentos.
Más tarde, con la escultura, en el que ya hubo un manejo de tres dimensiones, la búsqueda se centró en la mímesis de su realidad, a través de imágenes que bien podían tener un carácter profano. Platón consideró que esta representación era una fuente de engaño, mientras que Aristóteles siempre le concedió importancia a la perfección en la imitación.
Para la edad media, la imagen volvió a vincularse con el rito (como en las cavernas), pero se buscaba la trascendencia religiosa. El autor hace uso del término utilizado por Chenu (1984), en el que refiere que las imágenes se convierten en lugares teológicos, es decir expresan por sí solos lo que nuestra realidad material no muestra. Es decir las imágenes se convirtieron en adoctrinantes para todos aquellos que desconocían los textos religiosos. La importancia radicaba en la trascendencia y no en la imagen.
En los períodos renacentista y barroco, la imitación de la realidad visible volvió recobrar su importancia. La vida ya tiene un carácter basado en la exactitud, es decir, el comercio, la navegación, la economía se manejan con precisión, y esta a la vez, es buscada en las manifestaciones artísticas, dónde los colores vivos, los aspectos de extremado realismo, y las perspectivas basadas en la matemáticas, son representadas. Alberti retoma la mímesis.
Después de la Revolución Industrial, los avances científicos y tecnológicos llevaron a que el hombre obtuviera imágenes virtuales de una manera muy distinta a la acostumbrada. La fotografía, más tarde el cine, la televisión, y después la informática, (hoy día el multimedia), llevaron al artista a expresar, ya no su realidad exterior, sino su mundo interior, el autor lo define como “otra realidad virtual, que no es percibida por los sentidos, que no puede materializarse fuera de la mente como objeto que se puede tocar pero de extraordinaria fuerza y convicción”.
La fotografía se convirtió en el sistema de imágenes con mayor popularidad. Chordá señala que los otros lenguajes artísticos perdieron interés y pasaron a ser minoritarios. También cita a Herbert Read, quien señaló en su libro La escultura moderna, que la fotografía crea imágenes que son catalizadoras de una conciencia colectiva, puesto que las emociones de las masas no se simbolizan discretamente, sino que se les suele dar salida en un ritual organizado.
En el cine nos queda clara la intensión de que el espectador se sumerja en una realidad virtual, como si esta fuera verdad.
La informática y el multimedia traen además de una nueva realidad virtual, la posibilidad de interacción, en el cual el usuario interviene en los procesos. Chordá nos hace reflexionar en que, al igual que el hombre primitivo, hoy día se siguen creando modelos visuales, y como, prácticamente, se usan las aplicaciones informáticas al igual que en los rituales mágicos de las cavernas, “las órdenes que componemos en el teclado y punteamos con el ratón en la pantalla, para que se guarde un archivo, se produzca un gráfico, se envíe un mensaje, o se imprima un texto, sustituyen ahora las fórmulas de los conjuros que los primeros magos pronunciaban sobre otros objetos, para conseguir una eficacia”.
 Chordá nos hizo reflexionar que de lo virtual manifestado por el hombre primitivo, a la realidad virtual que hoy manejamos, lo realmente novedoso es el carácter masivo obtenido a través de las redes de comunicación interconectadas.







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